El siglo XXI, sociopolíticamente hablando, es una mierda. La sociedad es un conjunto de personas cobardes, demasiado temerosas de perder lo poco que tienen, o demasiado egoístas como para compartir lo mucho que les sobra.
Lo hemos convertido absolutamente todo en un ente tan complejo, raro e indefinido que las cosas simples, pequeñas y que valen la pena resultan extravagantes y son repelidas por la mayoría, y sustituidas por robots que prometen mejorar nuestra calidad de vida, por la incertidumbre de un futuro prometedor pero frágil, por la lejanía entre personas en pro de la cercanía de lo abstracto y lo falso.
Algo tan sencillo como un abrazo a día de hoy se ha convertido en un gesto valiente. Tenemos miedo de nosotros mismos y de acercarnos demasiado a los demás. Ni siquiera somos capaces de hablar de optimismo, de amor o de esperanza porque son utopías, y evocándolas podrías estar haciendo campaña publicitaria involuntaria a Coca Cola o al banco Santander.
Queremos convertir la vida en un videoclip musical, en un anuncio de televisión, en un reality show, en un escaparate, en una película de Hollywood. La vida no es eso. La vida es algo tan sencillo, tan nimio, tan lleno de oportunidades. Pero nos hemos vueltos orgullosos y narcisistas. Yo, yo y yo. Si la vida se tratase de eso, la procreación consistiría en nacer solos en una isla desierta cuyas posibilidades no irían más allá de un limitado conjunto de acciones individuales, entre ellas el onanismo.
El ser humano se ha convertido en un ser paranoico y testarudo, encantado de conocerse a sí mismo. Le
resulta complicado enamorarse, separarse de sus bienes, salir a explorar, conocer cosas nuevas o luchar por una vida mejor. Esa comodidad que no hace más que llevarle al odio. Odio a lo ajeno y a lo desconocido.
Que le den por culo al odio y a los que odian. Que le den por culo a la tecnología que dice acercarnos unos a otros. Que les den por culo a los que presumen de sus logros sin percatarse de que sin el resto de personas que le rodean esa prosperidad jamás le habría llegado. Que les den por culo a los que se anclan en su zona de confort. Que les den por culo a los que temen a los valientes que se arriesgan a algo mejor. Que les den por culo a quienes desprecian a los felices.
Un emoticono jamás podrá sustituir la calidez de un beso. Un "me gusta" no puede combatir con un apretón de manos. Compartir tu vida en una red social carece de la gratificación de hacerlo con un amigo.