En este tercer episodio hablaré sobre los pensamientos variopintos que se me pasan por la cabeza mientras paso el día en una atracción, tratando con los papás, las mamás y sus criaturitas. Por favor, que nadie se ofenda si es padre, comprendamos que se trata de mi curro, y en cualquier curro a las 7 horas de trabajo empiezas a pensar todo tipo de vanalidades existentes.

Hay atracciones que invitan al pensamiento suicida. Por ejemplo, empezaré por lo mas sencillo: zona Cartoon Village, repleta de atracciones para niños. 9 horas de curro repetitivo, viendo como los nenes hacen sus graciosas y pícaras jugarretas y como los papás les ríen las gracias. Los angelitos tienen la estupenda manía de salir cual emboscada corriendo a todo trapo en cuanto les abres la puerta de acceso, y bueno, puedes sufrir desde un leve portazo en la rodilla, un manotazo en el centro de gravedad (también conocido como cojones o cataplines) para que te apartes de su camino, a lo mejor un pisotón, incluso puede que salgas indemne. El caso es que tu replicas al nene, y los padres, risueños, llaman a Pedrito con retintín: "Pedrito, que te vas a caer". Sí, Pedrito se va a caer, pero me acabo de quedar sin descendencia, gracias. Y claro, a Pedrito hay que hacerle fotos montado. "Por favor, antes de empezar el ciclo guarden la cámara" Hacen como que la guardan, pero no, en un alarde de picardía se la esconden en el regazo, y la vuelven a sacar. Junto a lo de la puerta y esta nueva estratagema, ya van dos jugadas en las que se han creído que eres gilipollas. "Por favor, la cámara, que vamos a empezar". Venga, vale, parece que se la guarda. Das tus indicaciones de bienvenida: "Bla bla bla permanezcan sentados, bla bla bla no levantarse, bla bla bla no saquen cámaras ni móviles". Empieza el ciclo, y pocos momentos después... ¡la puñetera cámara! Joder, que no saquen la cámara. "No te preocupes, que no me cae" Me parece estupendo, guarde la puñetera cámara, que dentro de quince años, Pedrito verá esas fotos y vomitará. "En serio, que no se cae" Botón de parada, y fuera, fuera, FUERA. "Pero..." Fuera. "Pero..." Fuera.

Luego está el nene llorón. Que no monta, llora. Que monta, llora. Y los padres reaccionan con un collejón. "¡Vas a montar, o nos vamos a casa!" Le dicen. El niño llora todavía más. Se aferra al primer poste que ve, el padre tira de la mano que le queda libre, con la cara roja, los globos oculares palpitando, y sudando como un cerdaco. "¡Se acabó, a casa!" Y claro, el nene estalla definitivamente. Y yo ahí, pasmado, con la indecisión de intervenir e intentar calmar al nene, o intentar calmar al papá, pero claro, viendo el panorama a lo mejor yo también me llevo un collejón (pero a casa no me manda, el capullo). Finalmente, se consigue sentar al nene, pero el nene se levanta. "El nene tiene que ir correctamente sentado, señor" "Sí, no te preocupes" Te hace el sueco, vas a la cabina, pero el nene se sigue levantando. "Por favor, el nene sentado" "Sí, no te preocupes, dale". No le doy, coño, que se siente, o fuera. "Es que hasta que no le des no se va a sentar". Y yo soy primo del Chechu, pero el niño o se sienta o no monta. Esto finaliza de dos maneras: o bien el niño se sienta, y fin del asunto, o bien pasa de su padre, sigue berreando, y hay que sacarle, a lo cual la reacción paterna es de collejón y un rotundo "¡A casa!" Sí, a casa, pero el niño sigue en sus trece.

Hubo un caso particular en Autobús de Piolín (quien quiera saber de qué va la atracción que se moleste en mirarlo en la web del parque) en el que la madre insistía en montar a la niña mientras esta lloraba. Yo le dije amablemente que saliese fuera unos minutos, que la pequeña se calmara, y que lo volviese a intentar. Total, había poca gente en el parque, no iba a tener que esperar nada. El caso es que la madre insistió, la niña lloraba y gritaba, mi cabeza a punto de estallar, la madre con el típico "¡a casa!" y.... ¡Blof! Vomitona enorme de la niña encima de la madre. El vómito no tocó ninguna de las partes de la atracción, ni a mí, ni a ningún visitante, cayó todo en la madre. Evidentemente tuvo que abandonar la atracción. Justicia divina, diría yo.
Un caso típico es el nene que no llega a la estatura mínima y el padre te lo intenta colar. Se cree que soy nuevo. "Si solo es un dedo". Bueno, pero no llega. "¿No te da pena?" No. "A ver, espera, estírale bien" Joder, que no llega coño, que llevo midiendo niños desde hace tres años, sé perfectamente cuando un niño llega a la barra y cuándo no, y su niño NO llega. "Que venimos de Badajoz sólo por él" A alemanes he echado yo. "Entonces, ¿no puede?" Que no, cojones. "Vámonos, Ricardito, que el señor no te deja montar". Sí, Ricardito, que tu papá, que se pasa las indicaciones de la estatura mínima por el forro te ha alimentado las ilusiones de montar cuando tenía la información de antemano de que no ibas a montar.
Esto contrasta con el padre hijo de perra, el que obliga a su niño a montar en una montaña rusa. El niño va pálido, le mides e intenta agacharse para no llegar a la estatura mínima. Su padre le coge y le dice: "Estírate, ya verás como llegas". Efectivamente, el pequeño llega, su pesadilla no ha hecho más que empezar. Se sienta, sabiendo que está a punto de coleccionar un nuevo trauma infantil. El padre le dice: "si te va a gustar", cual proxeneta le dice a su meretriz. Le baja el arnés, el nene se encoge aún más si cabe, y empiza a suplicar. La escena es bastante dramática. Dan ganas de coger al señor (llamémosle señor, que el respeto nunca hay que perderlo) y liarse a palos. Todos los que van a montar, los que esperan en los distribuidores, los auxiliares y el operador, todos contemplan la escena, pensando lo mismo. Se merece que le metan una piñata por el puñetero ano. El niño busca un salvador, que sabe que no va a llegar. El auxiliar y el operador le dicen al papá que si el nene no quiere montar, puede quedarse fuera de la estación y esperarle, pero ese malnacido responde: "Si le va a gustar". Sí, y a tí el bate de béisbol que te voy a empotrar en los dientes también te va a gustar. El caso es que el nene acaba montando, vuelve traumatizado, y a partir de ahora el padre va a tener que aguantar sus llantos. Que se joda.

Bonita faunia la de los papás y mamás, y sus retoños. Podría tirarme horas hablando de ellos, pero tampoco quiero alargar demasiado el post, quizá en otro capítulo hable de casos mas concretos. Próximamente, más aventuras.