Rara vez me acuerdo de las cosas que sueño cuando duermo, pero como estoy enfermo, con fiebre, mezclando paracetamoles e ibuprofenos con zumitos de todos los sabores, agonizando, viendo santos y dragones, y delirando, pues fíjate tú que me acuerdo de lo que soñé anoche. Que dormir dormí poco, porque cualquiera que me viera diría que solo me falta hablar arameo para estar ante un evidente caso de posesión demoniaca.
Voy directo al sueño que me pierdo. Al tratarse de mi sueño, el protagonista era yo, obvio. Me encontraba en la universidad, pero no en mi escuela ni en la universidad a la que pertenece, no, sino en la Carlos III de Leganés, que yo solo he entrado ahí para acompañar a amigos o para tirarme en el cesped del campus a jugar al mus. Ya desde el principio el ambiente estaba enrarecido, porque yo iba a clase y notaba algo extraño en mis compañeros. Rápidamente me di cuenta de que llevaban babys y que eran niños de preescolar. Todo muy perturbador, pero el caso es que yo me lo tomaba con normalidad y actuaba con total naturalidad, como si ese fuese mi día a día.
El caso es que estábamos mis compañeros parvulitos universitarios y yo en clase, cuando de repente una niña se me acerca y me da la mano. Yo seguía con mi rollo de hacer que todo eso era de lo más normal. Pero mi yo externo al sueño, mi "yo espectador", estaba como las abuelas cuando ven una película: "¿pero qué haces? ¿A dónde vas? ¡Que te van a liar!". Pero yo ignoraba a mi "yo espectador" y me iba con la niña con una parsimonia y una elegancia... O sea, no hay alumno hoy en día que se vaya en mitad de clase con tanto estilo y descaro. Bueno, que la niña se me lleva de la clase, y recorremos los pasillos de la universidad hasta que uno de ellos desemboca en un Carrefour. Alucina pepinillos, que yo soy consciente de la apremiante mercantilización de las universidades españolas, pero a saber qué cojones pinta un hipermercado coesionado a una universidad. Que no al lado, no, coesionado, mismo edificio, misma planta, misma estructura arquitectónica considerada como un solo elemento individual e independiete a otros.
Pues seguíamos deambulando por el Carrefour cuando de repente nos encontramos al cásting de "Aquí no hay quien viva" en medio de un rodaje. ¡Eh, nenes, que les trataba de tú a tú! ¡De tú a tú! Vamos, Maribí Bilbao me ofreció un cigarro y todo, que yo rechacé porque soy una persona sana hasta en los sueños. Pero este episodio es anecdótico. Mucho más trascendental es la discusión posterior que tienen Punset y @cometelasopa, bajo la apariencia de Josh Harnett, sobre si el opening de Digimon era superior al de Pokémon. Sé que era @cometelasopa porque en una profunda conversación nos dijimos:
- Oye, tú eres @cometelasopa, ¿no?
- Sí, soy @cometelasopa.
- Ah, pues vale.
Y entonces nos ponemos todos a cantar "Pokémon, hazte con todos". Y antes de que todo eso se convirtiese en un musical pedante, la niña siguió en su tarea secuestradora y me llevó a otras áreas del Carrefour, concretamente a los almacenes. Que yo nunca he entrado en un almacén de un supermercado, pero mi subconsciente por lo visto se los imagina como el interior de una de las naves de Star Trek, con gente corriendo por todas partes en pijama de colores chillones y las paredes totalmente blancas, muy orwelliano todo. Y al final termino, tras una elipsis que, sinceramente, la vi fuera de lugar, en una habitación oscura, sin la niña, hablando con un puto gato. Además me acuerdo que el gato tenía pajarita o corbata. La cosa no acaba ahí, porque resulta que el gato me da un sable láser, y por alguna razón acabo en una batalla épica luchando contra mi mejor amigo y Javier Bizarre, que a saber cómo cojones se habían entrado en contacto entre ellos para aliarse contra mí y por qué. El caso es que uno de ellos dice: "¡eras mi amigo!". Y les mato.
Y ya está. Conclusión. Este es un sueño del que me acuerdo perfectamente. Me acuerdo tan bien que estoy por sacarle jugo para algún guion, porque lo de los parvulitos universitarios es fascinante y tenebroso. Y claro, sabiendo las cosas tan alucinantes que puedo llegar a soñar, ahora tengo curiosidad por las cosas de las que no me acuerdo, lo cual me plantea el dilema de si me sale rentable seguir con fiebre y enfermo para tener cosas cojonudas sobre las que escribir. ¡Eh, qué hacéis! ¡Dejadme! ¿Qué es esa camisa de fuerza? ¡HIJOS DE PUTA! ¡REPRESORES! ¡NAZIS!
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