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8 de mayo de 2012

Rutina.

El despertador suena a las 6.50 y vuelve a hacerlo 10 y 20 minutos después.

Me levanto, bostezo, me estiro, tiro a mi perro de la cama, arrastro los pies descalzos hasta el baño para echar la primera meada. Está ocupado porque tengo una familia a la que le entran ganas de cagar según se levantan.

Me arrastro hasta la cocina mientras sigo bostezando. Me preparo el nesquick y con un poco de suerte programo el microondas a un minuto y no a 10. Si la suerte está de mi parte, consigo no derramármelo encima mientras me lo tomo.

Miro el reloj. Ya salgo tarde.

Me visto tan rápido como puedo. ¿Qué boxers me pongo hoy? No me convence ninguno. Al final cojo los primeros que pillo. Me pongo el pantalón del revés y en el proceso casi tropiezo tres veces. La camiseta de ayer está bien. Arrugada, pero bien.

He conseguido vestirme y corro al baño, que huele a mierda por su reciente uso. Logro no respirar durante los tres minutos que me tiro meando. Me lavo. Me cepillo los dientes con tanta fuerza que me hago sangre en la encía. Escuece.

Cojo la bandolera y salgo corriendo de casa. Bajados dos pisos me doy cuenta de que se me olvida la cartera. Vuelvo a subir. La cojo. Otra vez para abajo. La vecina del primero ocupa toda la escalera. Salto por encima y a correr a la estación. El semáforo está en rojo y mientras veo cómo se me escapa el tren de las 8. Cruzo, cojo un par de diarios gratuitos mientras cuatro señoras se pelean conmigo por hacer lo mismo. Llega el tren. Una docena de personas se pelean por pasar los primeros.

No consigo asiento. Media hora hasta Atocha de pie.

Llego a Atocha. A correr a la línea 1 de metro. La gente se acumula en los tornos porque no saben meter el puto billete. Pierdo el metro. A los dos minutos pasa otro. Me meto y me siento como una sardina enlatada. Huele asquerosamente mal. Lo twitteo.

Llego a Tribunal. En la calle llueve y yo sin paraguas. De camino a la escuela casi me atropella el camión que provee bebidas a la Pachá.

Llego a clase justo a tiempo para que no me pongan falta. Toca teoría. Me aburro. Lo twitteo. Me echo una siesta. Alguien dice que hay que hacer trabajos por la tarde. Se nos informa de que hay clase por la tarde.

Terminan las clases. Bla bla bla con los compañeros a la salida. De regreso a casa. Músicos peruanos en el metro. Odio. Lo twitteo. Me duermo en el tren. Me paso una estación.

Llego a casa. El perro se ha comido mis zapatillas de andar por casa que nunca uso. Le saco a dar un paseo. Ladra a las palomas y un gato le asusta. Subo a casa. Almuerzo. Mi hermano pequeño no me deja ver Los Simpsons porque quiere ver Lizzy Town.

Me lavo los dientes. Cojo de nuevo la bandolera. Corro a la EOI. Pierdo el bus. Me recorro Fuenlabrada de una punta a la otra en 10 minutos. Llego tarde. La profesora me hace hablar sobre cosas que no sé expresar ni en español durante media hora. Me echo una siesta. Termina la clase.

Corro a la estación. Regreso a Madrid. Tres horas de clase con actores. Hoy están poco inspirados.

A la salida, apartamos un aula y nos ponemos a hacer trabajos. Tengo hambre. Bajo a la cafetería. No quedan bocadillos. Me cojo un café de la máquina. Dos cafés.

Empieza a anochecer. Regreso a casa. Me duermo en el tren. Los seguratas me regañan por apollar un pie en el asiento frente al mío.

Entre la estación y mi casa me cruzo con ese chaval al que conozco de no se qué y que es un pelma. Me cuenta no se qué. Hago como que me importa. Adiós.

Llego a casa. El perro corre a verme. Salta sobre mí y casi me tira al suelo. Tiro la bandolera sobre la cama. Bajo al perro. Le asusta una sombra y caga blandito porque mi padre le dio por la tarde a relamer su yoghurt activia.

Me ducho. Me quedo dormido. Me preparo algo de cenar. Me quedo dormido. Enciendo el ordenador. 20 e-mails de la escuela. Información de las prácticas. Horarios de mierda. Información de los exámenes. Fechas de mierda. Lo twitteo.

Alguien me habla por el chat. Le sigo el rollo. No contesta. Adiós. Me vienen ideas para escribir guiones. Las escribo. A lo tonto me han dado las 2.

Programo el despertador. Me peleo con mi perro para traerle a mi habitación. Me tomo un nesquick. Le echo sal sin querer. Vomito.

Me meto en la cama sufriendo porque aún quedan 4 días más de la semana. Pienso "el finde no me levanto en todo el día".  Mentira, el finde curras, pringao. Quiero morirme.

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