El vehículo del que se vale el guionista para narrar, experimentar e identificar las historias es el personaje. El personaje es la acción, y se define más con lo que hace que con lo que dice. Se dice que cada personaje tiene atribuidas una serie de acciones específicas (acciones que le identifican).
A un personaje hay que dotarle de varias cosas: una necesidad dramática en primer lugar; de obstáculos para que la narración tenga interés; de un punto de vista del mundo en el que vive, que tiene que ver fundamentalmente con su educación y con su ideología. Un buen personaje es la dramatización de un punto de vista sólido y bien definido.
Un personaje debe de tener cambio. Es una condición necesaria en los buenos personajes, supone que su línea argumental no sea la misma durante todo el guion. Es posible que el personaje tenga una trayectoria circular y termine en el mismo punto del que ha partido, por lo que lo que cambia es el marco. Hay que saber qué hará cambiar al personaje, de dónde viene esa alteración y su necesidad de evolucionar o de ser otro. No todos los personajes necesitan cambiar, o al menos no de la misma manera.
Para construir un personaje podemos acercarnos a una idea metódica, o mediante intuición, pero no hay una sola forma de averiguar las claves para formar la historia, cada guionista busca la suya. Para formar un personaje es necesario desear que exista y conocerlo profundamente. El personaje debe ser funcional a la historia, verosímil, adecuado, uniforme, siendo siempre el mismo pese a sus contradicciones internas. Si tiene peso en la trama, debe evolucionar.
Aunque se definen por sus acciones, los personajes también se vale del diálogo, el cual elimina la voz del narrador en introduce voz en ellos, dotándoles de una identificación. Los personajes expresan lo que no pueden decir de otra manera; siempre que se pueda encontrar un recurso cinematográfico que pueda darnos información reveladora de los personajes, se evitará el diálogo. Hay que buscar la forma de hablar de los personajes ya que nadie habla igual, por lo que la intuición es clave en este aspecto. El diálogo debe ser siempre necesario y debe servir para hacer progresar la trama. Si no aporta nada o es superfluo, el diálogo es prescindible.
Un buen diálogo tiene naturalidad (no resulta forzado y es creíble, no necesita ser brillante), fluidez (con un ritmo propio), coherencia (debe pertenecer al personaje que lo habla y tiene que ver con su estado emocional), poder de sugerencia (abre incógnitas y evita la obviedad), verismo, interacción (lo que un personaje diga condiciona la respuesta del otro) y continuidad.
El diálogo caracteriza al personaje y le muestra como una entidad completa, pero no reproduce la realidad. Debe ser limpio en ese sentido, puesto que nosotros hablamos con exceso de información en nuestra vida cotidiana, y eso en la ficción no funciona y la vuelve aburrida.
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