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26 de diciembre de 2012

Tengo una cita.

Como la mayoría de los que me leéis o bien estáis casados, o divorciados, o no echáis un polvo desde que Yurena se llamaba Tamara, o bien sois orgullosos vírgenes, pues lo de tener una cita os debe sonar extraño. Sí, a mí también. Soy un tío del siglo XXI, yo no tengo citas. Yo salgo por ahí y tengo cosas casuales tras cinco cubatas que pueden acabar en una cama y en un "ya te llamaré". Pero no tengo citas. Por varios motivos:

- Una cita implica gastar dinero. Y si ya soy un tacaño cuando tengo dinero, ahora que solo tengo ahorrado lo justo para sobrevivir a los próximos tres años, pues más todavía.

- Tienes que ponerte elegante. Cuando yo no soy una persona elegante. Casual, moderno, bello, follable, intrigante, con un nosequé, con un rostro a lo Heath Ledger,... Todas esas cosas las admito como innegables atributos. Pero no elegante. Elegantes son George Clooney, Viggo Mortensen o Txus Di Fellatio. Pero yo no.

- Tienes que ponerte en plan romántico. Que yo seré todo lo romántico, tierno y achuchable que quieras, pero soy un tío, y lo que quiero es follar.

- Tu madre huele que tienes una cita. Es como un séptimo sentido (el sexto es el de encontrar cosas extraviadas cuando tú no consigues hacerlo). Si tienes una cita, por mucho que intentes ocultarlo, tu madre lo sabrá. Y te vendrá con preguntas estilo: "¿por qué te duchas? ¿Por qué vas tan guapo? ¿Por qué te echas desodorante? ¿Por qué te arrancas las espinillas? ¿Por qué te pones ropa limpia? ¿Por qué te cepillas los dientes?" ¡¡¡Lo sabe!!! Y de esas preguntas pasará directamente al acoso con otro tipo de preguntas: "¿la conozco? ¿Cómo se llama? ¿Vive en un chalet? ¿¡VIVE EN UN CHALET!?" Y además si tienes la suerte de ser gay, te preguntará: "¿la tiene grande?"

¿A vosotros no os pregunta vuestra madre por el miembro de vuestros rollos? Pues qué madres más ancladas en el siglo XX tenéis, hermosuras.

Pues como ya he dicho, yo no soy de tener citas. Pero ni de tener citas, ni de hacer llamadas por teléfono, ni de decir "te quiero", ni de acordarme de la fecha en que nos dimos el primer beso, ni de regalar flores de plástico por 3€ de los rumanos de las discotecas de Madrid. Sí, lo sé, soy un partidazo, de los que ya no quedan. Yo soy más de "vámonos de fiesta", de hacer que te lo pases genial, y de "sé de un hostal barato aquí al lado". Yo es que soy una persona preparadísima. Así que lo de ir a cenar en pareja y cosas así... ¿Pasar por un McDonalds y tener conversaciones sobre los diferentes tipos de caca se considera cita romántica?

Vale. Pues resulta que hay un chico que se puede considerar como mi última conquista. O yo soy su conquista. Yo que sé. Y mi plan iba genial. Como todos mis planes de apareamiento. Pero resulta que tengo como una cosa en el estómago ahí mezclada con toda la mierda que he comido durante estos días y que no son ni gases, ni empacho, ni la tenia intestinal (con la que llevo ya cuatro años, te quiero, hermosa),... Es otra cosa. Ay, yo qué sé. Y este chico y yo nos hemos propuesto lo que se puede denominar una cita, con sus cuatro letras.

Con lo inseguro que soy yo. Una puta cita. O sea: ¿y se me pongo a cenar espaguettis, estornudo y se me sale uno por la nariz? ¿Y si no le hacen gracia mis chistes sobre razas inferiores, pederastas y gente muerta? ¿Y si me sale un tic en el ojo? ¿Y si se me queda un trozo de lechuga entre los dientes y no me doy cuenta? Joder, es que son demasiadas las cosas que hay que tener en cuenta. Y para antes de cenar, opciones: cine o bolera. Lo de llevar a mis rollos al cine es algo que no suelo hacer, básicamente porque es como adentrarles demasiado en mi mundo y me siento incómodo, es como cuando Batman rescata a damisela en apuros y se la lleva a la Batcueva. ¡Sácala de ahí antes de que empiece a tocar cosas o a preguntar que qué es eso o qué es lo otro! Y resumiendo: si les llevo al cine, es porque ya hay algo más. Así que me va a tocar ir a jugar a los bolos. Yo. Con un promedio de 60 puntos. Yo. Capaz de tirar la bola y hacer pleno en la pista de al lado.

Con lo sencillo que es quedar, liarse y punto, cojones, quién me mandaría a mí haber aceptado ir a la puñetera cita. Pero con qué gusto lo he aceptado.

23 de diciembre de 2012

El guion cinematográfico (III): la estructura.

A ver, pollos, sigamos avanzando en esto. Habíamos quedado en que la idea era la base de un guion, la materia prima de la que partimos. Pues bien, si la idea para un guion es el esperma, la estructura es el óvulo. Ideas tenemos muchas, y como espermatozoides, sobrevivirá una (dos a lo sumo que se convertirán en mellizos) y la historia empezará a ovular con ella. Con la estructura, vamos a poner los pilares del guion.

Al partir de la idea que va a convertirse en historia aún estamos pensando en términos globales. La estructura está condicionada por la idea. En cuanto atravesamos esa fase de idea a estructura, ese pensamiento general es sustituido por otro tipo de pensamiento, ya que empezamos a pensar en tramas que van a condicionar una trama general, que es lo que ocurre en el guion, empezamos a pensar en secuencias, escenas, incluso en planos.

La estructura clásica de un guion es bien conocida (planteamiento, nudo, desenlace). Yo incluyo unas cuantas fases más para tener un esqueleto más flexible y muchos más puntos donde agarrarnos en caso de que estemos perdidos:
  • Planteamiento.
  • Desarrollo.
  • Conflicto.
  • Catástrofe.
  • Peripecia.
  • Desenlace.
  • Resolución.
Todos estos puntos se recogen en tres actos. El primero abarca el planteamiento; el segundo termina con la peripecia; y el tercero recoge el desenlace y la resolución. El final de cada uno de esos actos coincide con un punto de giro que hace evolucionar la historia y renueva el interés por la misma. Si una película os parece un coñazo, es en parte porque esos puntos de giro tardan demasiado en llegar o simplemente son una mierda.

El primer punto de giro complica la historia y tiene crear una espectativa. El segundo punto de giro ajusta la historia para resolverla, y debería satisfacer esas espectativas generadas en el primero.

Esto es la clásica estructura de un guion, y aunque estos puntos son necesarios, a nivel de trama puede haber muchos más.

Y ya me he cansado. En el siguiente me pongo a hablar de claves para pasar de la idea a la estructura.

13 de diciembre de 2012

El guion cinematográfico II: la idea.

Un guion hay que empezarlo con una idea (soy un genio de la obviedad). Venga, para complicarlo un poco más. La idea es la base desde la que se parte y para la que hay que tener en cuenta a qué tipo de público va destinada. Recordad, buscamos una catarsis, y la idea necesita de ella.

Hay infinitas fuentes de ideas, básicamente todo aquello susceptible de generar un planteamiento, un nudo y un desenlace: una historia que ya existe bajo otra forma, un tema, un personaje histórico (o no histórico), una idea sacada de la experiencia propia o ajena,...

La idea hace destilar un mensaje, y no al revés. La razón de esto es que si introducimos con excesiva consciencia un mensaje en la historia, estamos haciendo propaganda con ella. Que si trabajas para Hitler te puede valer, pero vamos a suponer que no trabajamos para fines políticos.

Ahora bien, teniendo en cuenta que todas las situaciones dramáticas y todos los personajes están ya explorados (hay libros por ahí de argumentos universales muy bueno, os recomiendo especialmente "El héroe de las 1000 caras"), la originalidad no es tanto el hecho de entrar en una historia nueva, sino de contar esa historia ya contada bajo nuestra mirada concreta. La originalidad no radica en el qué, sino en el cómo. La calidad de una historia depende de las buenas preguntas que le hagamos a esa historia.

Luego también hay que tener en cuenta que si escribimos algo con fines comerciales, porque escribir un guion para dejarlo guardado en un cajón es igual a no haber escrito nada. Así que debemos ser conscientes de para qué industria estamos escribiendo, lo que viene siendo las posibilidades de que lo que estamos escribiendo tenga posibilidades de venta, vamos. De nada sirve escribir un excelente guion si nadie va a afrontar un presupuesto que lo lleve a cabo. Un guionista siempre tiene un poco de puta, tiene que ser analítico y saber qué puede interesar al público, que tiene un carácter indómito, para que tenga éxito.

Pero eso sí, cuidado con las modas. Son algo profundamente peligroso. No podemos estar escribiendo algo simplemente porque esté de moda; somos nosotros los que tenemos que imponernos a la moda (con dos cojones, coño).

Dentro de nuestra idea de historia, en mayor o menor medida va a haber que introducir aspectos humanos. Aunque odiemos a la humanidad, que por cierto es algo muy humano, y aunque lo que vayamos a contar sea algo duro o deleznable, se necesita cierto caracter humanista. Es la única manera de que el espectador empatice con los personajes. Por eso Hannibal Lecter nos cae bien, incluso la anarquía de Joker nos cae bien, porque son cosas humanas. O, en el otro extremo, Wall-E, un robot, en cuanto tiene aspectos humanos nos identificamos con él.

Esto es porque hay que tocar la sensibilidad del espectador, hacerle partícipe del conflicto dramático. Hay que seguir un proceso mayéutico, sacar de nosotros mismos la verdad de las cosas. 

Y por ahora, lo dejo aquí. Seguiré con más cositas de los guiones.

11 de diciembre de 2012

Salir del armario sin escándalos.

Que alquien me corrija si me equivoco. Nadie concibe la idea de que alguien siendo heterosexual tenga la conversación con sus padres de:

- Mamá, papá, tengo algo que contaros. Soy heterosexual y me gusta la gente del otro sexo.

Inviable, ¿verdad? A los judíos, negros y a las mujeres tampoco les hace falta tener una conversación familiar acerca de su condición notablemente inferior dentro de la sociedad porque salta a la vista. Bueno, hay mujeres que parecen hombres, pero yo no quiero faltarle el respeto a nadie por su físico.

Dicho esto, mi pregunta es la siguiente: ¿por qué cojones un gay tiene que enfrentarse a ese momento de su vida llena de arcoiris y purpurina en que tiene que decirles a sus padres que le gusta la gente de su mismo sexo? A mí me resulta chocante. Sin malinterpretaciones, por favor. Estar fuera del armario es bastante liberador porque, entre otras cosas, puedes decirle a tu madre que vaya gusto de mierda que tiene y que Bertín Osborne no es en absoluto un tío sexy. No, mamá, por mucho que insistas, ese señor tiene el mismo sex-appeal que un pastor cagando en medio de la estepa de Cuenca.

Colorimetría o como sacar a un rayo de luz del armario.
Ahora bien, puesto que la gente homosexual somos especiales, se supone que la gente que nos rodea tiene que estar informada de nuestra especial naturaleza. Sí, mamá, me gustan los rabos. Y dile a la abuela que no es para tanto. Pero yo tuve mi propio sistema de salir del armario sin tener que recurrir a la incómoda conversación padres-hijo sobre mi condición. Ya tuve una conversación padre-hijo a los 14 años sobre qué tenía que hacer con mi polla cuando me sintiese atraído por otra persona y fuese a hacer uso de ella, y desde entonces me negué en redondo a repetir tal situación en la que lo único que pasaba por mi mente era "esto no está pasando, esto no está pasando". Ni de coña.

Así que a lo largo de los años lo que he hecho ha sido ir dejando caer semillitas. Que si un día me quedo embobado en su presencia de una foto de Xabi Alonso, que si otro me presento con una chapita de la bandera multicolor, que si otro tu padre te enseña un vídeo de una rubia potente y tú lo ignoras, que si otro día suelto un inocente comentario de "qué chico tan guapo", que si le insisto a mi madre de que a esta casa no le voy a traer nunca una nuera, que si otro día me dejo el ordenador encendido descuidadamente con una imagen de dos tíos haciendo fistfucking,... Cosas que den para pensar, vamos.

Con este método, llega un momento en que tus padres lo saben, tú sabes que ellos lo saben, de vez en cuando tu madre te pregunta que cuándo le vas a traer un novio a casa con total naturalidad, tu padre intenta hacer como que no sabe de qué va el tema,... Y ya un buen día les presentas a un chico bien mono que resulta que te lo estás beneficiando, y que a tus padres les viene genial en ese momento para ayudar a subir la compra. Esto último a mí no me ha ocurrido porque soy especial y hasta que una relación no me dure establemente al menos seis meses no tendrá cabida ninguna presentación formal.

Y hasta aquí mi análisis de cómo salir del armario sin recurrir a un drama. Pero por favor, salid del armario, dejáos ver, que lo ponéis muy complicado para identificaros y así no hay quien se decida a quién entrarle y a quien no cuando sale de fiesta.

5 de diciembre de 2012

21th Century Slaves.

Aquarius  nos engañaba. El ser humano no es extraordinario, al revés, es más simple que una ameba. Tantos milenios de evolución para acabar haciendo fotos de lo que se va a cenar, publicarlo en Facebook con el subtexto "mirad lo que voy a cenar" y esperar que haya alguien lo súmamente gilipollas al que le interese y pinche en "me gusta". Y ya con eso somos felices. You made my day, bitch.

No hay criatura más triste. Nos pasamos la vida pensando que somos especiales, pensando que vamos a hacer cosas, que estamos tocados por alguna especie de gracia divina. Tres mierdas te comías. Nos tomamos a pecho la estructura "nacer, crecer, reproducirnos (a veces ni eso) y morir". Nuestra vida es rutina. Nos levantamos, nos quemamos con la leche, se nos cae la tostada, pasamos X horas en el trabajo/universidad/sofá, volvemos a casa, intentamos mear sin salpicar fuera de la taza, cenamos, vemos un capítulo de alguna serie de mierda, publicamos en Instagram lo que hemos cenado y a dormir. Para equilibrar la balanza se nos conceden un par de días libres a la semana en los que nos emborrachamos/drogamos/tiramos en el sofá/tenemos sexo de dudosa calidad, y ya con eso nos sentimos realizados.

Y además es que nos complicamos la existencia y engañamos a nosotros mismos con cualquier mierda. Que nos vamos de vacaciones, nos vamos todos en las mismas fechas para aprovechar bien el tiempo en un monumental atasco que nos retiene durante tres horas. Que hay partido, nos ponemos todos frente a la TV a ver si nos llevamos una alegría gracias a las hazañas de esa gente a la que tanto le importamos que se llaman futbolistas. Que llega la Navidad, pues todos decimos que menudo asco de fechas pero bien que ponemos el arbolito. Que hay crisis, pues todos a una a protestar...en el bar de la esquina. Y si hay poco trabajo, mejor será aceptar esa oferta de esclavitud a 3€ la hora que no hacer nada. Y si alguien hace lo contrario, está loco, insano, esquizofrénico, es una bruja, ¡¡¡sacrifiquémosle a nuestro diooooooos!!!

Y ahora gritemos todos juntos que somos libres y superindependientes y que estamos todos crazies del pussy porque hacemos lo que nos sale de ahí mismo. Mira, así os lo digo: JÁ....JÁ....JÁ. Esperad, por si no os ha quedado claro: JÁ. La diferencia entre el esclavo de la antiguedad y el moderno es que el de antes iba encadenado y el de ahora es inalámbrico.

2 de diciembre de 2012

El guion cinematográfico I: el guion.

Últimamente, he hablado con varias personas interesadas en escribir guiones, que tienen ideas para desarrollar uno, pero que acaban estancándose o metiéndose en jardines de los que luego no saben salir. Bueno, escribir historias, digamos, no es fácil. Tienes que tener en cuenta muchos factores, un mínimo de documentación, hacer un análisis tanto de los personajes como de sus entornos,...

Voy a escribir una serie de post para más o menos guiar a quien esté interesado en ello. Y qué coño, que para algo que se me da bien, pues quiero hacerme el guay con ello. Este es el primero, que en un alarde de originalidad lo he titulado "el guion". Que por cierto, cómo me jode que por los santos cojones de la RAE no lleve tilde en la "o".

Pues a ver: el guion es una estilización y transformación de la realidad cuyas funciones son la verosimilitud, la funcionalidad y la estructuración. El cine no aborda la realidad como es, cada película establece su propia realidad (así que luego no vengáis con la típica mierda de "es que tiene muchos fallos esa película porque eso que ha hecho es imposible". En la película es posible, siempre y cuando no sea gratuito, claro). Crea una realidad cinematográfica a base de combinar elementos y consigue una nueva realidad que nos impulsa a tomar por verosímiles elementos que no lo son.

La estilización, pues eso, es la transformación estética de la realidad que funciona en términos dramatúrgicos. Es un filtro de la realidad, por así decirlo; que luego la mire con lupa o no es otra cosa.

Lo más importante es conseguir verosimilitud, por muy inverosimil que luego sea todo en "el mundo real". Y para ello existe, amiguitos, la "mimesis": hay que imitar la realidad, sí, pero teniendo en cuenta que nuestra historia es una ficción verosímil. Por eso, en la narración hay que dejar cabos atados, que el espectador tonto no es, y podemos estarle contando una historia de robots gigantes que destrozan ciudades, que como no le demos la excusa para creérselo se va a despreocupar de lo que esté viendo.

La finalidad de todo el relato es la "catarsis". Todo cuanto contemos en las primeras 90 páginas de un guion son simplemente herramientas para conseguir ese efecto emotivo en las últimas 20 en las que se desarrolla el clímax. Además, una buena película cumple la máxima de no robar el tiempo al espectador. La incoherencia narrativa, la repetición, la mala distribución de las escenas,... Todo eso nos aleja de esas cosas que queremos conseguir. Aparte, en el guion hay que utilizar frases cortas, con muy poca descripción y muchos verbos, porque lo que importan son las acciones, que ocurran cosas. No estamos escribiendo una novela, sino un relato que se supone se va a convertir en una película. ¿Y qué pasa en las películas buenas? Que ocurren cosas. Aunque se desarrollen en espacios pequeños, aunque los personajes estén estáticos, o no hablen, aunque estemos contando la relación entre un cactus y un ficus... Ocurren cosas, hay una evolución. En una pelea de robots no están ocurriendo cosas necesariamente. Que ocurran cosas no tienen nada que ver con el movimiento.

Solo nos interesan de la realidad aquellos elementos que nos sirven para la historia. Si algo no funciona para la historia, se descarta, punto. Hay que plantear una historia, darle un desarrollo y un desenlace para conseguir una reacción emocional en el espectador. La primera misión de la estructuración es acotar esa historia, saber de dónde parte y dónde acaba (los personajes tienen una vida anterior y posterior al relato, pero debemos tener claro que parte de esa vida es la que nos interesa contar). Hay que dotar de órden lógico para formar un contínuo sirviéndonos de la causa/efecto, anticipando hechos, retrasándolos, planteando preguntas al espectador (y respondiéndolas, que sino queda fea la cosa), pero siempre en el momento adecuado. ¿Y cuál es el momento adecuado? Pues para eso ya está el instinto de cada uno.