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19 de noviembre de 2013

Hace un frío de la polla.

El señor del tiempo francés aquél por fin se ha salido con la suya: no hay verano. Ya no hay quien se pueda quejar de las altas temperaturas que no dejan ni respirar, ni de las noches sudorosas, o de los mosquitos chupópteros, o de los señores que van a las piscinas municipales a hacerse pis dentro de ellas. 

Porque ha llegado el puto frío. Lo cual significa que para salir a la calle tienes que embutirte en camiseta interior, camiseta térmica marca Quechua, camiseta de manga larga de Springfield que disimule que por debajo llevas tales horteradas, jersey, chaqueta con capucha, abrigo, palestina (que las bufandas son muy del siglo XX), gorrito peruano (el gorro de lana que te ha tejido tu abuela con todo su amor lo usa el perro como juguete sexual), orejeras, guantes sin dedos por debajo de guantes con dedos, medias de fútbol, bóxer sexy que nadie más que tú va a ver y que te queda estrecho y se te mete por la raja del culo, pantalón de pijama y por encima el pantalón de verdad, botas que pesan más que tres melones de los que vende el gitano de la esquina de tu calle, y paquetito de pañuelos que, llegado el caso de necesidad, no vas a ser capaz de manipular. Si nieva, la batalla de bolas de nieve no la vas a ganar, pero tampoco vas a salir herido porque vas más acolchado que la celda de un preso des asilo de Arkham.

Además, automáticamente te conviertes en una máquina de refill de mocos. Y Burguer King con su política de "llena tu vaso las veces que te dé la gana" está perdiendo un agujero del mercado en este sentido. Bueno, en realidad no, pero ahora te he inculcado un pensamiento asqueroso del cual no te vas a poder desprender. Jódete.

El puto frío trae consigo a su vez la navidad. En noviembre. Qué necesidad de estresarse tiene la gente con la navidad. Dejemos de hablar de navidad. Hablemos de dolores de espalda. Porque como hace puto frío, caminas encogido y tiritando, y eso afecta a los riñones y al líquido cefalorraquídeo, provocando intenso cansancio en lo que viene siendo la parte alta del culo, la parte baja del cuello, y extrañamente en los pectorales. Tal es mi obsesión por estos padecimientos lumbares que he llegado a soñar con que estaba ingresado para ser operado de urgencias porque el líquido de la médula se me había acumulado en un punto, por lo que un enfermero me insuflaba varias hostias secas en el sitio concreto para que se exparciera y así luego realizar una biopsia, seguida de una apertura en canal de toda la espalda y me libraran de tal cansancio de espalda. Que claro, yo no quería ser operado, que menuda cicatriz tan fea iba a quedarme, y que imagínate tú si la anestesia se mete por donde no se tiene que meter y me quedo parapléjico, vegetal o inútil como el rey. Pobrecito el rey, que no deja de caerse. Que además el hombre está en una edad de riesgo a la que el puto frío afecta severamente. No vaya a ser que coja un catarro algo fuerte y se nos muera. 

Quizá suene a locura, pero quizá le proponga matrimonio a la caldera. Unas duchas en modo sauna que me pego, que cuando salgo de ahí parece "Lluvia de estrellas" combinado con "Silent Hill", Bertín Osborne presentando a Piramid Head. Imagínatelo. Y las mantitas por la noche lo bien que te abrazan, que aquí tengo que reivindicar lo mucho que se echa de menos que tu cama la haga tu madre. Porque las madres tienen la habilidad de comprimir al vacío las mantas de la cama, y que cuando te acuestas y te arropas con ellas no te puedes mover. Que yo cuando duermo en una cama hecha por mi madre no es que no madrugue, es que me tiro 4 horas para conseguir librarme de la opresión mantil. 

Y bueno, que ya en julio vuelvo para quejarme del puto calor y echar de menos el invierno.

7 de noviembre de 2013

El juego del gallina.

Ahora que estudio Sociología (con mayúscula, que queda como más "superhéroe abierto de piernas y con brazos en jarra mirando al horizonte") he analizado milimétrica y empíricamente la razón de porqué no hay un estallido social. En concreto, las razones son dos. A saber:
  1. Porque no hay huevos.
  2. Porque aunque plantees la situación del "a que no hay huevos" a la sociedad, sigue sin haberlos.
Eso explicado en modo "tengo un máster". Os lo voy a explicar de modo que hasta alguien que aún vota al PSOE por convicción pueda entenderlo. Si habéis leído Historia más allá de los libros de texto de bachillerato, posiblemente os habréis parado alguna vez a indagar en la crisis de los misiles de Cuba. Y si no, os lo explico en dos patadas: resulta que durante la Guerra Fría murió mucha gente congelada la URSS y EEUU seguían un modus operandi en cuanto a lanzarse amenazas similar a la del juego del gallina. Los soviéticos decidieron instalar misiles nucleares en Cuba, lo que acojonó bastante a Kennedy. Los americanos lanzaron una amenaza como contraataque: si esos misiles llegaban a la zona de bloqueo que se había instaurado en la isla de Castro, lanzarían un ataque nuclear a sus oponentes desde Turquía, donde tenían armamento, también nuclear. A esta gente le iba eso, lo nuclear. Todos locos.

Estas estrategias no eran más que pasarse la pelota entre una superpotencia y otra, en un afán inmenso no solo por demostrar su capacidad militar y nuclear la una a la otra, sino de demostrar también su disposición a utilizarla, fueran las consecuencias las que fueran (ya fuesen éstas el fin de la humanidad), si llegaran a ver la necesidad de hacerlo. Al final, la URSS no metió misiles en Cuba. Por lo tanto, en el juego del gallina, el gallina (el que se retira del juego) fueron los soviéticos.

Retomemos con lo que decía al principio. Estudio Sociología y soy más listo que tú La lucha entre las clases dominantes y las clases bajas se basa necesariamente en un juego similar de hacer sentirse amenazado al oponente hasta límites insoportables, y, muy a nuestro pesar, vamos perdiendo por goleada. A los opresores, ya sean los Wert, Cospedal y compañía, o las grandes empresas, o los banqueros, o las fuerzas de la ley, o los colaboradores de Sálvame, no les damos ningún miedo. Porque estamos jugando muy mal al juego del gallina, que consiste en que gana el que en la amenaza de un choque frontal pierde el primero que se desvía de su trayectoria para evitar el impacto. 

Ya sea por temor a perder un puesto de trabajo, o a pasar la noche en el calabozo, ser agredido en una manifestación, por pereza, por decepción ante las circunstancias, o porque hoy juega el Madrid, el caso es que vamos perdiendo. En la crisis de los misiles, somos la URSS. Nuestras huelgas generales, aparte de pocas, apenas duran 24 horas, y nuestras protestas se quedan en salir muchos una tarde a pegar berridos a coro, quizá haciendo algunas pintadas y quemando algún contenedor. 

La solución a esto es única: seguir jugando al juego del gallina y no retirarse en la primera jugada. No hay otra. Hasta que no sea así, hasta que no sientan que nuestras amenazas son serias, que nuestra decisión por "lanzar nuestros misiles" es firme, se seguirán descojonando de nosotros.

4 de noviembre de 2013

Mis aventuras en PW XII: los hombres que se cabrean porque haces bien tu trabajo.

Hace mucho que no le dedico una entrada a ese maravilloso lugar donde trabajo lleno de sonrisas forzadas a base de grapas en la comisura de los labios, y ahora que ya he terminado por esta temporada (y no digo para siempre porque a ver de qué otro sitio me saco yo un contrato fijo-discontinuo) creo que es el momento para hacerlo. 

Como en todos los sitios, en mi trabajo tenemos visitantes de calidad, y tenemos visitantes de mierda. Pero la media se inclina más hacia una de las dos variantes. Suponed cual. Tenemos un selecto grupo de clientes que vienen, se resisten a pagar la entrada de sus niños, y te recriminan que debido a tal cobro no podrán comer a final de mes. Lo típico: "Ay, Manolo, este mes o comemos o nos dejamos el sueldo en un parque temático y no sé cuáles son mis prioridades". O que aprovechando la jugosa promoción del segundo día gratis, traen a su prima que el día anterior no pudo venir e intentan colarla. Sin entrada del día anterior, sin la pulsera que debe portar para demostrar la estancia,... "Pero tron, que te juro que ayer vino pero se le olvidó hacer lo del segundo día". Qué casualidad que le pidas fotos del día anterior y ella no salga en ninguna porque siempre hacía ella las fotos. O que la foto que finalmente me enseñe se la haya hecho junto a las taquillas de fuera, que te he visto, campeón.

Bien. Apretáos los huevos. Mi último ciclo en una atracción esta temporada fue grandioso. Pude ganarme reclamaciones y una paliza de unas veinte personas. ¿Sabéis eso de que todos los tontos se juntan? Pues ese día tuvimos más de 20000 visitantes, lo cual significa que de media esperarían unos 40 minutos para montar en cualquier cosa. Así que la paciencia de esta gente a última hora estaba mellada. Lo dicho: último ciclo del día. Cierro la puerta de la atracción y dejo en la zona de colas a la gente que había entrado antes de la hora del cierre para darles su vuelta. Además es que me quedo con sus caras para que nadie se cuele. Hasta ahí todo bien.

Llega el momento de dejarles pasar. Eran 12 o 13 personas. Justo estoy con los últimos, cuando una tropa de gente irrumpe en la zona de colas de repente.

"Chicos, está cerrada".

"La puerta estaba abierta".

"La puerta la he cerrado yo, y la atracción está cerrada".

"Pero si ellos van a montar".

"Porque han llegado antes del cierre, vosotros no". 

"Pero te van a quedar huecos libres".

"Pero habéis abierto una puerta que estaba cerrada, habéis dejado que la zona de colas se me vuelva a llenar, y ya no va a montar nadie más".

"Pues de aquí no nos vamos".

"Pues quedáos ahí".

Los chavales, al ver que no daba mi brazo a torcer, salieron fuera, y a través de la valla los más adultos me empezaron a preguntar de nuevo que porqué no montaban. Vuelta a explicar.  Los nervios suben. Empiezan a insultarme, poquito de momento. Eso significa que yo dejo de ser condescendiente y paso al modo "soy sueco, no te entiendo". Este modo le suele molestar bastante a la gente, así que empiezan las amenazas. Yo me doy la vuelta y preparo el ciclo como otro cualquiera, con la góndola medio vacía. Es más, he dejado pasar a cuatro personas que me lo habían pedido amablemente por la salida. Pero a los que estaban gritándome les ignoraba con una tranquilidad que debía resultarles desesperante.

"TE SUDA LOS HUEVOS, ¿NO? TE LOS SUDA", me gritaba el hombre más enfurecido de todos. Esto queda más gracioso si os digo que, como ha sido temporada de Halloween, toda esta gente decente e indignada estaba disfrazada de vampiros putas, zombies putas y putas putas.

Me metí en la cabina, pegada a la valla del público, y según estoy dando el ciclo, el hombre comenzó a golpear la puerta.

"ERES UN HIJO DE PUTA, ME CAGO EN TUS MUERTOS, EN TU MADRE". El ritmo entre sílaba tónica y golpe furioso en la puerta era para alabarle. "TE VOY A PONER UNA RECLAMACIÓN QUE TE VAS A CAGAR, TE VOY A DEJAR SIN TRABAJO, SUBNORMAL".

"Es mi último día de trabajo, caballero: póngame cuatro. En atención al cliente, por favor, donde hay aproximadamente una hora de espera para ser atendidos".

Y así he terminado la temporada. Triunfando.