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13 de diciembre de 2011

La noche que empezó con niñas poseídas y acabó con la capa élfica.

Hace unos años, mi grupo de amigos y yo hicimos una de tantas fiestas en casa de uno de ellos. Esta tuvo un desfase mayor de lo habitual. Porque lo habitual era terminar las noches tirando botellas de litro de cerveza por la ventana para ver cómo se rompían en la calzada. Pues esta vez la cosa fue más allá.

Era el 17º cumpleaños de una de las amigas, la actual novia de mi mejor amigo, y por entonces estaban empezando el proceso de tira y afloja correspondiente en el inicio de una relación. Y por tira y afloja me refiero a que él acabó con el cuello tan jodidamente amoratado a base de chupetones que no pudo pasar por su casa en 5 días para que sus padres no denunciaran a la mala bestia de su novia. Imagináos a esta chica: 1.55 de estatura, cara de inocente, rubia, con la carita granosa por la pubertad. Ahora imaginaos a esta pequeña cosa tirada en la cama de la hermana del anfitrión, con un par de crucifijos en la pared y un niño Jesús en la mesilla, con todo el alcohol del mundo en las venas, gritando "¡¡¡¡¡ME CAGO EN DIOOOOOOOOOOOOS!!!!!". Acojona. Mucho. Os lo digo yo que lo he vivido. Vamos, creo que hasta oí voces de las paredes. El acojone por su estado fue tal que estuvimos a punto de llamar al 112, acabamos metiéndola en la ducha a ver si se espabilaba, y dándole varias dosis de café.

Café que tuvimos que ir a pedir a casa de un amigo. Fuimos una amiga y yo en su búsqueda. El caso es que esta muchacha no fue solo a por café, fue a ver al chico del café porque le hacía tilín. Y en cuanto me pispé del panorama y ví que sobraba, me largué, sin café ni pollas en vinagre. Pero, ¿qué pasó? Que el puto portal tenía doble puerta para salir, y la exterior solo se podía abrir con un interruptor que estaba dentro del portal. Y yo no me acordaba del piso del chico del café. Ahí estaba yo, a las 3 de la madrugada, llamando en el portero piso por piso para que me abrieran la puerta de fuera, a ver si acertaba. Unas cuatro vecinas me cogieron el telefonillo antes de acertar, las cuatro se cagaron en mi madre, y yo me quedaba callado como una puta.

Cuando conseguí huir, el panorama no era mucho más alentador que como lo dejé. El anfitrión había calentado una pizza en el horno... con el envase de plástico. Por supuesto, se la comió él, y aún no sé cómo su estómago fue capaz de digerir eso. Uno de mis amigos estaba llorando en las esquinas porque quería tener novia y no la encontraba, y eso con la camiseta quitada y los botones del pantalón desabrochados. Mi vecino y otro amigo también se habían descamisado y estaban echándose nata en los pezones y dándose lametones. Y el colmo llegó cuando hicieron la grosería suprema que deja en ridículo al resto de groserías: la capa élfica.

¿Nunca os he dicho que mis amigos hacían la capa élfica? ¿NO SABÉIS LO QUE ES LA CAPA ÉLFICA? Gente sensible, abandone inmediatamente este blog. La capa élfica consiste en...

...cogerse el escroto y taparse lo que viene siendo la polla con él.

Os lo avisé. A partir de ahora vuestra vida no será la misma.

Creo que fui la única persona que aquella noche salió de esa casa con algo de dignidad. Más o menos. Porque dejarse las llaves en casa y con tus padres de vacaciones implica que te quedas a dormir en la calle hasta que unos cuantos gatos vienen a despertarte, y ya de día llamas a la vecina para que te abra.

1 comentario:

Happy Kappa dijo...

La madre del cordero envenenao!! Pero pero pero qué fuerte!!! ya te vale calumniar así a las putas, ellas no dicen "me callé como el puto maiden"

;)