El caso es que es mi habitáculo íntimo. Toda esa concentración de objetos personales, que van desde mi colección cada vez mas inmensa de películas, libros, cómics y videojuegos hasta gorras y pañuelos (de los que me pongo en la cabeza, no seáis mal pensados) tirados en cualquier rincón son mi mundo particular. Cualquiera que entra en mi habitación y ve tal desastre pensaría mal de mí. Y tiene todo el derecho del mundo para hacerlo. Para que quede claro: soy muy desordenado, pero dentro de ese desorden yo tengo mi propio catalogador interno que lo ordena todo mentalmente. ¿Alguna vez he mencionado que me encanta catalogar cosas compulsivamente? Yo hubiese ganado premios internacionales en el campo de la biblioteconomía, en serio.
Tamaño desastre de habitación también tiene su explicación lógica. Consta de tres armarios para la ropa. ¡Tres! El mas grande está ocupado por ropa de mis padres de la que nunca se ponen. Quedan dos armarios para mi ropa. Uno de ellos está junto al escritorio. ¿Cuál es el problema de esto? Que mi escritorio es de los que se sube y se baja, no de estos chulísimos que te salen en el catálogo de Ikea o de TuMueble, qué va, yo soy el hijo cutre y precario de la familia, y aún sigo esperando a que mis padres me compren ese magnífico escritorio con cajones y estanterías que me prometieron hace 10 años. Finalmente se lo compraron a mis hermanos. (Nota: no tengáis hermanos pequeños. Si ya habéis caído en ese error, luego no seáis tan gilipollas de tener hijos, que ya habéis cumplido.) Entonces quedamos en que yo tengo uno de esos escritorios plegables, ¿vale? Y que está justo al lado de uno de los muebles de ropa, ¿de acuerdo? Resultado: escritorio levantado igual a imposible abrir cajones del mueble. Un Fail en toda regla. Y como tiendo a sobrecargar el escritorio, luego me da pereza bajarlo, por lo que la ropa que no me cabe en el único armario que me queda libre se teletransporta a un viaje en bucle entre la cama y la silla de escritor...¡OH, WAIT! La silla supercómoda de escritorio se me rompió hace unas semanas estando yo sentado en ella. Menuda hostia me pegué por cierto. Así que ahora utilizo una incomodísima silla del salón que está convirtiendo mi espalda en un puzzle de esos que empiezas pero que luego no hay dios que lo acabe. Pesando 62 kilitos, no sé cómo pudo ocurrir.
Mi escritorio un día cualquiera. |
Sumándo a todo lo citado que ahora mi habitación ha pasado a ser también la habitación del perro, tiene mérito que dentro de todo este desorden, como ya he dicho, yo lo tenga todo localizado. Sé perfectamente dónde está cada cosa. Sé que el cinturon del pantalón X lo dejé tirado en tal sitio, sé que tal libro que me prestó nosequé amigo está en el escritorio debajo de las tarrinas de discos, sé que el bolígrafo azul está en la cama debajo del montón de papeles y cuadrantes del trabajo,... Si es que en el fondo tengo alma de Oompa Loompa.
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