Pachorra

Llevaba tiempo queriendo dedicar un post a un par de amigos, hermanos entre sí, que me han abierto los ojos ante una nueva clase social suprema e imperante: los pachorros.

Mirad, yo admito que soy vago. Soy de los que por la mañana se tiene que poner tres despertadores para levantarme, y que me cuesta realizar ciertas actividades que quiero realizar pero que me dan pereza, y se me van acumulando. Pero cuando tengo que hacer algo, lo hago. Y procuro hacerlo bien, a tiempo, e incluso con ganas.

Luego está la pachorra, que según la RAE es flema, tardanza, indolencia. Os he nombrado a estos dos individuos, a los que nos vamos a referir como los Hermanos López, o Superlópez y Minilópez. Todo este asunto del pachorrismo me lo llevaba oliendo con ellos desde hace mucho tiempo, pero esta semana se ha revelado ante mí como un ser espiritual y místico, como una corriente filosófica, como un estilo de vida, y sin exagerar, como una religión. Porque resulta que esta semana estos dos señores han hecho alarde de la pachorra en su más alto explendor y en sus mas altas cotas de expresión.

Empezaré por el viernes. Un servidor tenía que estar en la Escuela de idiomas para mendigar una plaza a las 10:30. A estos señores, que tenían que llegar mas tarde, les pedí su compañía, y me dijeron que eso de madrugar no les molaba (cabrones, que sólo tienen que madrugar 2 veces a la semana, y a veces ni eso) Para estas cosas suelo llegar 10 minutos antes, para enterarme del lugar exacto donde hay que estar, para tomar posición, en definitiva para tener tiempo suficiente. Sobra decir que no conseguí plaza en inglés, pero eso es otro tema. A las 11:30 tenía que hacer acto de presencia Superlópez. Las 11.30, una hora en la que no hace falta madrugar, ni correr demasiado para ser puntual. ¡A las 11.45 que aparece el mamón! Pero no corriendo, ni con prisas, ni con cara de haber hecho esfuerzo por ser puntual. En cuanto le ví, le espoleé para que corriera, pues le habían nombrado ya para recoger su plaza. Pero el señor ni se inmutó, se quedó como quien espera turno para comprar el pan. ¡Cabrón, métete y coge tu plaza, no te quedes ahí mirando! Y además este par de personas tienen una flor en el culo que la riegan hab itualmente, y consiguió la plaza sin ir a por ella, vamos, que hubo suerte de que sobraron plazas cuando acabó toda la lista de personas.

Minilópez llegó puntual, a las 12:00, que era su hora (y la mía para el alemán, para el que ambos tenemos plaza). Pero yo ya estaba mosqueado y también lo pagué con él. Además, que tenía el cabreo que tiene un padre con un hijo cuando éste es poco espabilado. Y los mamones se reían de mí.

Y hoy, que ha sido el primer día de clase, habíamos quedado para ir a las 15:20. Y ellos se presentan a las 15:30, pero sin prisas ni preocupaciones. Que me ha dado tiempo a ir a una papelería a por un bolígrafo. Y así varias experiencias más, porque estos señores también curran conmigo, y a la salida les espero para llevarles sanos y salvos a su casita con su mamá. Este sábado, después de 11 horas en el puto curro, reventado, llego al punto de encuentro, donde se supone que yo llegaría el último,... ¡y ahí no había ni Cristo! Llamo a Minilópez y...¡estaba viendo el desfile de Halloween! Me dieron ganas de invadir Polonia en ese instante.

Y luego hay un tercer miembro del partido pachorrista, el Pelos. Este hombre se apuntó a la fiebre por estudiar que nos ha entrado a todos de repente, y duró una hora. Fué como el César: fué, vió, pero no venció, se largó. La excusa: ¡uff!! No me veo yo aquí. Las he visto mejores. Y luego al cabrón hay días que para sacarle de casa aunque sea un ratito cuesta más que levantar un muro y volverlo a derruir. 

Con estos tres individuos tengo argumentos de sobra para ir a la RAE y cambiar la definición de pachorra por pasotismo absoluto por los acontecimientos y por sus consecuencias. Y sí, sé que me estáis leyendo, desgraciados. Desde aquí os aviso de que las consecuencias son el origen de un homicida potencial.